Nunca pensé que iría a un psicólogo… hasta que…

Después de 20 años de estar ejerciendo como psicóloga, me sigo asombrando de que existan prejuicios sobre ir a la consulta con una profesional de la salud mental.

Esta frase “Nunca había pensado que iba a necesitar ir a la consulta del psicólogo”, lo escuché varias veces pero con asombro y alegría suelo escuchar al terminar la consulta “Que lástima que no vine a consultar antes”.  Muchas personas me confiesan que no sabían lo bien que le podía hacer una buena terapia.

Cuando las personas tienen prejuicios sobre la terapia, solamente se plantean venir al psicólogo o terapeuta cuando sienten que todo se les escapa de la mano y por sobretodo, que empiezan a perder la motivación por las cosas que les generaba placer y alegría, era un lucha interior entre querer y no poder, y solo en ese momento pudieron sentir que algo en su interior no andaba bien y no tenían una manera clara de explicar lo que les pasaba.

Cuando pasa el tiempo y las cosas empeoran, parece que no existe otra salida que visitar al médico, y escuchar algo diferente, pero la última opción es necesitar terapia o visitar a un psiquiatra.

La mayoría de los pacientes, cuando llegan a su primera entrevista están ansiosos y curiosos de saber que les voy a preguntar o si hay algo de magia dentro del consultorio.

La mayor satisfacción que podemos tener como terapeutas, es escuchar cuando los pacientes al terminar su primera entrevista te dicen: “No pensé que después de hablar de mis problemas me iba a sentir tan bien” “Gracias por escucharme, siento un alivio, me voy liviana”

“Aunque no se lo crea, yo creo que la mejor terapia consiste en hablar, en las habilidades interpersonales elementales. Tengo esa idea radical de que, si se trata con respeto a un paciente y se presta atención a lo que intenta decir, quizá pueda llegarse hasta él” Denisse Lehane. Terapeuta

El psicólogo no es una persona que está solo para escucharte, sino también para intervenir y decir cosas que pueden doler o que nunca los habías pensado.

Siendo estudiante de psicología, la primera vez que fui a consultar con una terapeuta, fue porque había roto mi relación con mi primer novio. Al igual que cualquier persona estaba nerviosa y deshecha por la situación. En ese momento mi terapeuta comenzó preguntándome el motivo que me había llevado a pedir ayuda y eso era algo que me asustaba no poder explicar. Como he dicho antes, simplemente me encontraba mal, pero no podía ponerle ni razones ni palabras a mi malestar. Y al contrario de lo que podía llegar a pensar, hablar con ella me resultó muy sencillo.

Ella me ayudó a ordenar mis ideas, le puso palabras a mi malestar y lo más importante, es que me sentí acompañada y escuchada pero al mismo tiempo, sentí que alguien fuera de mi entorno estaba analizando mi situación y me estaba proponiendo trabajar internamente lo que no funcionaba, pulir mis defectos y mis relaciones conflictivas y al mismo tiempo potenciar mis cualidades.

“Las personas que creen que tienen la facultad de ejercer cierto grado de control sobre sus vidas son más saludables, más eficaces y más exitosos que aquellos que no tienen fe en su capacidad para llevar a cabo cambios en sus vidas” (Albert Bandura)

Lo que aprendí con mi terapeuta es que no solo hablábamos de mi problema sino que estábamos hilando ese problema con otras cosas de mi vida, pero lo principal era no perder el foco que tenía la terapia: dejar atrás la sensación de malestar y empezar a construir un tejido delicado de bienestar.

Quizás esta es la parte más difícil de una terapia, porque ya no eres un ente pasivo que recibe la solución mágica a sus problemas, sino que te das cuenta de que estos pueden cambiar, engrandecerse o desaparecer en función del punto de vista desde el que los observes y en función de lo que hagas directa o indirectamente con ellos.

Y es entonces cuando te das cuenta de que la magia a través de las palabras no existe. Que el cambio cuesta, en ocasiones mucho más que soportar el propio sufrimiento que te llevó a consulta del psicólogo. Incluso cuando estés en el proceso, puede que la idea que tienes sobre ti mismo cambie y eso te asuste, pero el objetivo no es sentirse bien a corto plazo, sino trabajar por el cambio que te lleve a sentirte bien a largo plazo.

“La misión de la psicología es darnos una idea totalmente diferente acerca de las cosas que más sabemos”

-Paul Valéry-

 

Un buen psicólogo te ayudará a liberarte de la culpa, pero también te obligará a responsabilizarte de tu malestar.

Una vez iniciada la terapia y puestos en marcha los cambios, no todo resulta sencillo. En muchas ocasiones, como ya era consciente de mis problemas, me empeñaba en etiquetarlos. Unas etiquetas que no siempre correspondían con lo que mi psicóloga me decía.

Esto me hacía desconfiar porque pienso que nadie puede conocerse mejor que una misma. Pero después entendí que, al igual que nadie puede conocerse mejor que yo, yo me he especializado en conocer los resortes y mecanismos mentales como sí lo ha hecho mi psicóloga. Era algo bastante sencillo, que a primera vista se me escapaba y que esconde otra realidad. Esa que dice que también puedes ser una maestra en el autoengaño.

Ese autoengaño que nos lleva a ser, o demasiado crueles o demasiado buenos con nosotros mismos y que nos priva de ver con toda claridad nuestra propia realidad; Lo que hace que muchas veces nos hundamos en la culpa por sentir lo que sentimos o ser como somos, solo por el hecho de encontrarnos mal.

Pero la propia terapia hace de espejo, te enseña a verte tal y como eres, no como desearías ser o como te culpas por ser. Mi primera vez en la consulta del psicólogo me ayudó a liberarme de la culpa por no haber empleado toda mi energía en los retos fallidos. En este sentido, también me ayudó a responsabilizarme del malestar que nacía de esa culpa.

Por todo esto mi primera vez en la consulta del psicólogo valió la pena. Ahora soy más fuerte, tengo más recursos y mi visión del mundo está más ajustada. Ahora sé que no soy perfecta, incluso le he tomado cierto cariño a esas imperfecciones que antes solo me causaban frustración. Puedo enfrentarme a la vida y puedo fallar, pero todo ello no me hace débil, sino que refuerza mi motivación por seguir creciendo.

Lo cierto es que sigo teniendo miedos, pero ya no se cuelan en mis pensamientos y me esposan. Ya no hacen conmigo lo que quieren, porque tengo los suficientes puntos de apoyo para deshacer muchos de los nudos que antes hacían que me sintieran prisionera.

Nunca pensé que iría a un psicólogo.. hasta que… me di cuenta que fue lo mejor que pude haber hecho por mi vida.

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